La osteopatía estudia todos los movimientos articulares, por pequeños que estos sean, y busca posibles pérdidas de movilidad y/o posibles desequilibrios. Ante este tipo de restricciones, el cuerpo tiende a adaptarse para evitar crear dolor en dicha zona y para que la función no se vea alterada.
Pongamos a modo de ejemplo, que una persona se golpea el pie, provocándole un dolor en la parte exterior del mismo. De manera más o menos consciente (dependiendo del tipo de lesión), tenderemos a andar apoyando el peso sobre la parte interior del pie. No es la forma equilibrada y natural de hacerlo, pero lo importante para el cuerpo es que aliviamos el dolor y mantenemos la función (en este caso poder andar y desplazarnosEl problema es que este nuevo equilibrio se alcanza a expensas del verdaderamente saludable, lo cual puede llegar a provocar una serie de trastornos y disfunciones, que con el tiempo alterarán uno o varios sistemas del cuerpo.
En nuestro ejemplo, andar con la parte interior del pie no es la manera en que el cuerpo está diseñado para hacerlo, y puede por tanto provocar trastornos referidos: un desequilibrio en el tobillo, que se puede traducir en un trastorno de rodilla e incluso en un problema de cadera.
Así pues, lo que defiende la osteopatía en el caso de un paciente con dolor de rodilla, es que no es suficiente restablecer el equilibrio en la misma, puesto que el problema puede venir referido por algún problema de alguna otra parte del cuerpo. Lo lógico es por tanto investigar el origen del problema y tratar tanto el origen como todos los desequilibrios que haya podido desencadenar.
Las causas que desencadenan la patología y las malas adaptaciones de nuestro cuerpo que de ellas surgen, crean lo que nosotros llamamos, “cadenas lesionales”, conformando éstas nuestra guía de tratamiento. Dichas causas pueden presentarse en distintas esferas de nuestro organismo: estructural (aparato locomotor), craneal (estructura craneal, sistema nervioso central y sistema meníngeo) y/o visceral (sistema de órganos viscerales). Estas tres esferas se relacionan y funcionan como un “todo”, sincronizadamente, para el correcto equilibrio y estado de salud de nuestro cuerpo.